lunes, 2 de febrero de 2009


Hace aproximadamente unos dos meses que salí de viaje a Mazatlán, Sinaloa, con un grupo de estudiantes. A nuestro regreso hacia Ciudad Juárez, cuando pasamos por la zona del espinazo del diablo, el autobús en el que íbamos se vio obligado a parar por otro autobús que estaba obstruyendo el tráfico. Nuestro chofer se bajó para ayudar a las personas que se habían quedado, él amablemente se ofreció a llevar a su destino los que pillara cerca de la ruta.

Al subir uno de los pasajeros a nuestro autobús, empezó a platicar con nuestro chofer sobre lo que les había ocurrido, él dijo los siguiente:

- Cuando salimos de la ciudad y nos dirigíamos hacia la mencionada zona del espinazo del diablo, una niña se acercó para pedir que la llevaran hacia otro lugar no muy lejano, el chofer no consintió que una niña llegara sola hasta su destino ni tampoco que atravesara andando el espinazo del diablo. Cuando la niña subió al autobús le mencionó al chofer que el vehículo tenía problemas en los frenos y que debería parar, claro el chofer al no notar nada la ignoró por un momento, hasta que después de unos instantes se sintió inseguro y bajo para realizar una pequeña revisión. Al ver que lo que había dicho la niña era cierto subió rápidamente al autobús para preguntarle que como es que ella sabía de la avería, pero ya no estaba, había desaparecido sin dejar rastro ante toda la gente, la buscaron pero nadie dio con ella.
¿Quién sería esa niña? ¿por que los habrá salvado? ¿como conocía el problema del camión?.
No sabemos la respuesta, pero lo que sí sabemos, es que no estamos solos en el mundo, también nos acompañan aquellos que un día nos dejaron.